Luis A. García Bravo – 04/10/2012
Hoy, en la más absoluta intimidad, como hacen las personas de bien, se recogían y limpiaban uno de los lugares mas significativos y escenario de crímenes horrendos que tuvieron lugar durante el otoño y el invierno de 1936 a 1937, tras la sublevación de un ejército rebelde que no dudó en pisotear la voluntad del pueblo español legalmente constituida desde las urnas, la II República.
Ese lugar no es otro que “La Fosa del Marrufo”. Hoy, con un día soleado de octubre, se daba por concluida tras unos meses intensos de trabajo la segunda parte del proyecto que lleva dicho nombre, la exhumación de quienes allí fueron vilmente asesinados. Meses de emociones que aunque se querían contener afloraban desde lo más profundo de nuestros corazones, traducidas en lágrimas, rabia y un profundo dolor desde nuestras entrañas. Ante el asombro de miembros del equipo, muy experimentados, no se podía comprender el ensañamiento que reflejaban los restos cadavéricos que se iban descubriendo de hombres y mujeres con claros signos de maltrato, muñecas atadas con alambres, cuerdas y piedras lanzadas a quienes una vez ajusticiados fueron arrojados a la fosa; tal grado de crueldad es lo que tuvo lugar en los crímenes que allí se cometieron.
Pero hoy, aun cuando sabemos que hemos cumplido con nuestros objetivos de unos trabajos bien hechos técnica, huma e históricamente, cuando sabemos que tras nosotros quedan momentos muy importantes en la historia de nuestro país, momentos de emociones, recuerdos y trabajo compartidos en equipo, cuando va llegando el momento de dejar el lugar, vuelven a aflorar los sentimientos y esa sensación inexplicable que nos queda a los seres humanos cuando abandonamos un lugar.
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