Inés, Josefa y Domingo Pérez Rodríguez eran apenas unos niños cuando los aviones bombardearon el poblado donde vivían, La Sauceda.
Aún conservan el recuerdo de los zumbidos en el aire, las bombas y los tiros. También el de su padre escondiéndolos en una cueva para ponerlos a salvo. Allí pasaron unos días, asustados y con el alma en vilo.
Su padre entraba y salía del escondrijo por un boquete que había en el techo en busca de alimentos. Hasta que un día Francisco Pérez Fernández, de 44 años, trabajador del corcho, el carbón o el contrabando con Gibraltar, vecino de La Sauceda huido al monte para protegerse de falangistas y tropas moras, salió para buscar comida para sus hijos y nunca más volvió.
Su madre se quedó sola con cinco niños pequeños a los que alimentar y educar.
Ago 05 2012