Cuarto Poder – 25/11/2012
Setenta y seis años después de la sublevación militar franquista contra las autoridades democráticas de la II República, van a recibir honrosa sepultura los restos de 28 personas –seis de ellas eran mujeres– vilmente asesinada en la provincia de Cádiz, cuyas fosas, anónimas y camufladas en el monte, fueron descubiertas el pasado verano en el cortijo del Marrufo, cerca ya de la provincia de Málaga. Ellos fueron una parte de las víctimas de lo que el historiador Fernando Sígler Silvera ha denominado “el terror caliente”. Sígler ha estudiado con detalle la represión en los montes gaditanos y cifra en más de trescientas las personas fusiladas por las tropas de Franco y sus compinches, el general gaditano José Varela Flores y el sevillano Gonzalo Queipo de Llano.
Uno de los primeros objetivos de los golpistas consistió en eliminar la resistencia republicana en una provincia estratégica para sus planes de bombear mercenarios desde la colonia marroquí a la península con el objetivo de tomar Madrid a sangre y fuego. De ahí que en los primeros meses de la contienda enviaran varias columnas a ocupar las localidades gaditanas y fusilar a sus representantes locales y dirigentes sindicales. No pocos se refugiaron en la sierra, concretamente en el valle de La Sauceda, entre Jimena, Ubrique y Cortes de la Frontera.
La Sauceda era un pequeño poblado, ya cerca de la provincia de Málaga, en el que una columna mandada por el teniente de la Guardia Civil de Ubrique, José Robles, que conocía bien la zona, detuvo a decenas de personas que fueron fusiladas sin causa ni juicio previo. En el cortijo Marrufo, propiedad de una de las familias bodegueras más adineradas de Jerez de la Frontera, instalaron un centro de reclusión y tortura al que iban a parar los detenidos en La Sauceda y las localidades limítrofes.
De la mayoría de los detenidos nunca más se supo, pero sus familiares no los olvidaron y, después de cuarenta años de dictadura y de la bien cumplida Transición con el lema “olvido y perdón”, la iniciativa de la Asociación de Familiares de Represaliados por el franquismo y del Foro de la Memoria, que agrupa familias desde el Campo de Gibraltar a las localidades de la Sierra gaditana, ha conseguido localizar siete fosas y rescatar los huesos de esos 28 seres queridos.
Este periódico informó meses atrás del hallazgo de las fosas en el cortijo Marrufo, cuyo propietario, Jaime González, dio el visto bueno a las catas. Los trabajos dirigidos por el arqueólogo Jesús Román Román permitieron exhumar los restos de esas 28 personas en siete tumbas escondidas en el monte. Los forenses realizaron su trabajo y permitieron conocer que seis eran mujeres. Los técnicos de un laboratorio privado recogieron las muestras de ADN para establecer la relación entre los huesos y los familiares de las personas asesinadas. Vale añadir que la Guardia Civil realizó los correspondientes atestados sobre los restos hallados en cada fosa.
Pero quitando esa intervención oficial de oficio, ni la búsqueda de los enterramientos ni la exhumación y las tareas de identificación ni tampoco los trabajos de limpieza y restauración del cementerio de La Sauceda han contado con el apoyo del Gobierno de Mariano Rajoy. De hecho, el Ejecutivo del PP redujo en marzo pasado a poco más de dos millones de euros la partida destinada a la Memoria Histórica y la ha suprimido en el Presupuesto de 2013. Nada que agradecer a unos gobernantes que con frecuencia invocan la “dignidad democrática”.
Han sido las familias con el impulso de la Asociación que preside Andrés Rebolledo las que, en la medida de sus posibilidades, han sufragado el rescate de los huesos de sus seres queridos, con especial mención del principal contribuyente, Miguel Rodríguez, cuyo abuelo cayó allí asesinado. El próximo 1 de diciembre, las familias y los equipos que han trabajado en la localización y excavación tienen una cita para trasladar los restos al cementerio de La Sauceda y rendir homenaje a los que murieron por los ideales de la libertad y los derechos democráticos conculcados por la fuerza de las armas. El acto servirá además de para recordar y llorar, para denunciar otra vez, una vez más, dice Rebolledo, “la impunidad de los autores de aquellos asesinatos”.
Ver Cementerio de la Sauceda en un mapa más grande
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