ApuntaNoticias – 13/08/2012 – J.M. León Moriche
Juan Manuel Guijo Mauri, antropólogo físico sevillano que ha participado en nueve campañas de exhumaciones de víctimas del franquismo, asegura que hay aspectos singulares de las fosas del Marrufo que no había visto en sus trabajos anteriores. Dice que para afirmarlo con rotundidad científica hay que esperar a los informes definitivos, que incluyen un informe individualizado y pormenorizado de cada cuerpo, y un informe global. Pero adelanta que hay señales que permiten ya hablar con claridad de prácticas genocidas: el depósito colectivo de cuerpos en enterramientos no convencionales, las evidencias de violencia que hay sobre ellos, la voluntad de ocultamiento y clandestinidad para asegurar la impunidad de los crímenes, la lejanía de cualquier pueblo o núcleo habitado. Todo señala a la hipótesis del genocidio.
“Salvo un caso que estuve estudiando de un enterramiento de maquis, ésta es la primera vez que trabajo en una fosa que no sea en un cementerio o cerca de uno. Esto tiene unas connotaciones que yo no había visto antes, unas connotaciones de ocultamiento, de clandestinidad, de recóndito, de búsqueda de la impunidad, del sentimiento que los verdugos tuvieron de libertad absoluta al ejecutar y enterrar”, afirma el antropólogo.
Guijo explica que a las personas enterradas en el claro del bosque situado a unos 300 metros del cortijo se les ha despojado de su individualidad, que un enterramiento colectivo de esta forma no es culturalmente aceptado en nuestra sociedad desde hace siglos. Precisa que en algunas de las fosas se ve que los enterradores actuaban con menos prisas que en los cementerios de los pueblos o ciudades donde se fusilaba a los detenidos, y donde había que trabajar rápido para que al día siguiente la gente no viera lo que se había hecho de noche. En esos lugares los cuerpos están tirados, con señales de forcejeo y resistencia en algunos casos, o arrojados si ninguna consideración para enterrarlos rápido. “Aquí no, aquí hay cierta limpieza, incluso en alguna fosa hay mucho espacio entre los cuerpos, como si se hubiese respetado la separación y se hubieran colocado con tranquilidad. Se ve que no tenían prisa. Es decir, estaban seguros de que estaban actuando con total impunidad porque éste era un sitio idóneo para hacer estas barbaridades”, afirma el antropólogo.
Guijo y Jesús Román, arqueólogo coordinador de la excavación, explican que el plan de trabajo es que esta semana concluya la extracción de trece cuerpos descubiertos en dos de las fosas. La semana que viene se seguirá con el trabajo de extracción en la tercera, se delimitará la dimensión exacta de la cuarta y se continuarán los sondeos en una zona más cercana al cortijo, donde se han descubierto muchos restos de munición, prueba de más fusilamientos e indicios de más enterramientos.
Guijo no quiere dar muchos detalles de las pruebas de violencia que ha encontrado en los huesos ya desenterrados. Afirma que por respeto a los familiares hay que esperar al estudio individualizado de cada cuerpo. Eso implica el levantamiento, la limpieza, el registro y el estudio, pieza por pieza, de cada uno de los esqueletos. En esa labor le ayudan Juan Carlos Pocero, también antropólogo físico, y Sonia Robles, antropóloga experta en la recomposición de los huesos rotos o dispersos en fragmentos. Guijo afirma que algún cadáver ha aparecido boca abajo y otro con el brazo por encima de la cabeza, señal de falta de respeto y de que han sido enterrados sin atender a las elementales normas culturales sobre la muerte. En otros dos casos han aparecido alambres o señales de alambres alrededor de las muñecas, evidencia de que antes de ser fusilados y enterrados habían estado maniatados.
Guijo asegura que con todo lo que está saliendo y lo que queda por salir, por lo menos hasta mitad de 2013 no va a estar el informe definitivo con las conclusiones. Explica que de cada esqueleto, de cada hueso, se puede extraer muchísima información. Sobre la persona, su edad, su sexo, sus características singulares, su vida y las circunstancias de su muerte. A la que aporta cada hueso hay que añadir la información que se puede derivar de los objetos personales que aparecen alrededor. Hasta el momento se han encontrado de todo tipo: lápices, grafitos, cremalleras, telas, tirantes, zapatos, suelas, fibras, cinturones, peines o trozos de proyectiles.
De cada individuo se hace una ficha pormenorizada y un inventario con todas las piezas y objetos. Y todo se guarda en una caja para que, llegado el momento, se haga entrega a las familias o reciban el entierro o el homenaje que la asociación de familiares estime oportuno. Guijo dice que el análisis del ADN y su comparación con el de los posibles familiares vivos es un proceso complejo y costoso que ya no es de su competencia. Lo que si le compete es suministrar al laboratorio elegido lo que necesite para su estudio: una pieza dental, en algunos casos, o una rodaja de un hueso en buenas condiciones en otros.
“En cada uno de nuestros informes está todo explicado y razonado para que, llegado el caso, la familia, si quiere, pueda pedir una segunda opinión. La transparencia en este procedimiento científico es absoluta”, afirma Juan Manuel Guijo. Y Andrés Rebolledo, presidente de la asociación de familiares de represaliados por el franquismo en El Marrufo y La Sauceda, promotora de la excavación, añade: “Tenemos que resaltar la delicadeza y la sensibilidad con que los científicos, los antropólogos y los estudiantes están tratando cada uno de los cuerpos, cada una de las piezas de los esqueletos. Es admirable el respeto y la sensibilidad que, a parte del rigor científico, están demostrando y hay que decirlo y valorarlo”.
Rebolledo informó de que siguen tramitándose en el Ayuntamiento de Cortes y en la Consejería de Medio Ambiente los permisos para las obras de reforma del antiguo cementerio de La Sauceda, donde está previsto que se dé digna sepultura a los restos hallados. Es posible que la semana que viene empiecen ya los trabajos de desbroce y limpieza de la cobertura vegetal que ahora cubre el cementerio.
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