Andrés García Barreno tenía cerca de 15 años cuando empezó la guerra. Él vivía con sus cinco hermanos en una casa de las Hermanillas, paraje de Jimena ya metido en la sierra. Su padre, trabajador del campo por cuenta propia, se llamaba Matías García Pérez, y su madre, Catalina Barreno Gil.
Su padre se salvó por poco de morir fusilado. Pero dos de sus primos y un tío no tuvieron la misma suerte. Él recuerda con dolor la injusticia que se cometió con ellos, y con otros habitantes de Jimena y su entorno cuyos nombres y oficios siguen en su pensamiento. Recuerda también los aviones que sobrevolaron la sierra para bombardear La Sauceda, y las tropas moras y falangistas que subieron desde Jimena hacia el poblado para sembrar el terror y la muerte.
Recuerda a los zapateros, los corcheros y al tendero asesinados, o al joven de 16 años al que los falangistas tuvieron de cabrero hasta que se hartaron de tenerlo como esclavo y lo fusilaron. No se le olvida el rostro del maestro que estuvo diez años preso, ni el hambre y el sufrimiento de la madre de sus primos fusilados.
A sus 89 años, Andrés García Barreno es hoy una de las personas cuyo testimonio es esencial para reconstruir la memoria democrática de Andalucía y la historia de la infamia franquista.
Jul 16 2012