Francisca Lobato Domínguez era una niña de siete años que vivía con sus padres y sus dos hermanos en un paraje entre Jimena y La Sauceda cuando estalló la guerra.
Su padre, Roque Lobato Gutiérrez, fue ejecutado por las tropas franquistas al poco de tomar el poblado de La Sauceda. Allí, cerca de la ermita, fue enterrado clandestinamente por sus verdugos. Su mujer y sus hijos fueron conducidos, junto al resto de la población del valle, al cortijo del Marrufo, donde permanecieron detenidos.
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